Busco la manera de expresarme, espero que esto sirva. Encuentro mi lugar en el mundo con el simple hecho de abrir un libro.


12 de septiembre de 2013

CAÍDAS Y GOLPES

Hay cosas que te cambian para siempre,
enfermedades, accidentes, personas, viajes.
No importa la causa, sino el cambio,
el aprendizaje, el lado positivo del asunto.

No importa qué tantas veces tropieces,
ni siquiera importa la caída,
sino que importa el golpe que te das.
Ese golpe que te abre los ojos, 
que te sacude el mundo,
que desordena todo.

Irónico que un golpe pueda enseñarte tanto,
pero lo hace,
cada golpe nos demuestra qué tan fuertes somos,
qué tanto podemos resistir,
nuestro límite y nuestro abismo.

Delimita la línea de nuestra tolerancia.

No podemos elegir cuándo caernos,
y menos cómo caernos,
pero tenemos que saber que nos vamos a caer, y mucho,
tenemos que estar preparados para darnos ese golpe fulminante,
y estar listos para, apenas caemos, extraer lo mejor de la situación.

Puede resultar una actitud demasiado positiva,
lo sé,
pero queramos o no, caernos nos vamos a caer,
entonces, partiendo de esa base inquebrantable,
¿por qué no buscar lo bueno en el golpe al final de la caída?

Ese instante de aprendizaje,
ese segundo en el que abrís los ojos,
y te das cuenta de que no estás solo.

Hay más gente en el suelo,
hay más piedras alrededor,
hay mucho camino por recorrer.

Caminos indefinidos,
que no llevan a ningún lado,
o al contrario,
te llevan a todos.

Caminos entrelazados, cercanos, paralelos,
cuesta arriba, cuesta abajo, llanos,
repletos de piedras y obstáculos visibles,
otros con las piedras ocultas...

En fin, caminos llenos de caídas, de golpes,
de instantes para darte cuenta de que no estás solo,
instantes para aprender, para enamorarte,
para disfrutar.

Hasta que un día, 
volvés a tropezar con una piedra,
te caés,
y al caerte, 
justo en el instante del golpe,
te das cuenta de que sos feliz.

Justo en esa caída, en ese último segundo llegando al suelo,
es cuando agradecés haberte caído tanto,
haber abrazado tanto el piso,
haber recorrido ese camino tan difícil.

Porque cada piedra, 
cada tropezón,
te acercaba a esta caída final,
este abismo,
esta sonrisa avasallante, 
seguida por esta risa fulgurante,
hasta llegar al instante de lucidez nefasta al saber que sos feliz.

Ahora nuevos abismos se presentan,
la última piedra dejó una misión,
el hacerte cargo de que sos feliz,
y aprender a llevar en la espalda esta extensión tuya,
que empieza a molestar más que todas las caídas previas,
que pesa, que agobia, que ahoga,
que te da una última lección:
lo importante y satisfactorio era el camino, las caídas, los golpes, y las enseñanzas que estos te propiciaron.