Busco la manera de expresarme, espero que esto sirva. Encuentro mi lugar en el mundo con el simple hecho de abrir un libro.


31 de octubre de 2016

ÚLTIMA SOGA

-Me gustás una bocha.
Te dije.
Te reíste nervioso, dijiste que no podías gustarme, que merezco algo mejor, que vos para esas cosas no servís.
Ahí me reí yo, te pregunte si realmente creías esas cosas que decías o si eran solo para convencerte a vos mismo, así evitás sufrir si algo sale mal.
Te enojaste, me ignoraste, elegiste la indiferencia para pegarme donde más me dolía.
Tiempo después pudimos hablar de nuevo, por mensaje (dar la cara no era opción, dijiste) y entre palabrerío barato y excusas de manual largaste un "no me esperes, si se da, se da". 
Lo peor que podías decir.
La incertidumbre de la espera, el no tener cosas concretas, es un motor para mí, siempre lo fue.
Cuando te escribo siento un nudo en la panza tan grande que me quedo sin habla, apenas respiro y solo puedo tipear y tipear hasta el hartazgo, hasta lograr liberar a mi cabeza de tu presencia constante, creo que ni siquiera pestañeo, por si se me va tu imagen inspiradora, tu risa contagiosa o por si se me esconde el pensamiento en la cabeza y no puedo sacarlo.
Todo lo que hago durante el día carga con tu fantasma, con tu presencia implacable recordándome que hay esperanza, aunque no mucha.
Conozco casi todos los detalles de tu vida, desde los banales hasta algunos más profundos, sé que no sos lo que suele gustarme, sos un quilombo.
Pero qué quilombo más hermoso que sos, che.
Si no fueras ese quilombo quizás no me gustarías tanto, serías otro que pasó por la vereda enfrentándome y me di vuelta a mirar.
Uno más del montón.
Pero tuve la suerte (¿suerte o desgracia era?, ya no me acuerdo) de conocerte mejor, y de ver que eras más que una sonrisa hermosa y unos ojos cautivadores, eras un quilombo, un quilombo hermoso.
Y sí, ya lo dije, pero me gusta repetirme a mí misma que sos un quilombo, a ver si se me ocurre cortarla con los jueguitos de querer salvar lo que no quiere ser salvado. Porque amás ser ese quilombo, no conocés otra versión tuya.
Yo no conozco otra versión tuya, quizás me das la chance de hacerlo y ya no me gustás tanto como ahora.
Quizás lo que me gusta de vos es eso que, para mí, te define.
Esa palabra hermosa que me gusta usar cuando mis amigas me preguntan cosas de vos, eso que sos, o aparentás ser, un quilombo, un quilombo hermoso.
Un quilombo en el que quiero meter la cabeza y hundirme de lleno, quiero dejar que me arrastres al torbellino que es tu vida, no quiero ser un quilombo (de a ratos siento que lo soy, sinceramente) pero quiero ser partícipe de tu quilombo.
Todo esto tendría que haberte dicho, pero no, te dije que bueno, que no había drama, que yo no esperaba nada, que solo quería que lo supieras.
Mentiras
Todas mentiras.
Cuando te lo dije y te reíste creí que era una risa nerviosa de esas que significan que te pasa lo mismo pero no sabías decirlo, pero no, era una risa nerviosa del estilo te mando al carajo despacito despacito porque me caes bien.
Aún sabiendo todo esto, o suponiéndolo, mejor dicho, sigo creyendo que sos un quilombo hermoso.
Y sigo queriendo gritarte entre risa y risa que me gustás una bocha, que no puedo manejarlo, que te veo así sea de lejos y me río sola.
Me hace feliz leerte, que pienses en mí aunque sea para una pavada, un detalle mínimo que no quiso ser mucho pero que para mí fue todo.
Me hace feliz tu abrazo, tu mirada cómplice cuando estás haciendo lo que mejor te sale.
Esa, justamente, esa mirada medio de lejos y entre la muchedumbre es lo que me tiene atada, hay cientos de personas y me mirás a mí, una y otra vez.
¿Por qué?
¿No sería mejor ignorarme, o decirme que nunca va a pasar?
Diciéndome que "si se da, se da" algo de esperanza me revoleaste por arriba del cantero, la atajé con tantas ganas...
Mirándome como me mirás entre esa muchedumbre también tirás una soguita, a la que me aferro para poder subir y llegar.
Pero nunca llego.
Se corta la soga, o es una soga infinita y termino rindiéndome.
Me quedo ahí, esperando la próxima soga, a ver si esa es la que definitivamente llega a vos, pero no.
Vivo pensando cuál será la última soga.
¿Habrá pasado ya?
Y estas sogas que tengo acá ¿solo son ilusiones mías?
Dale, tirá una soga que no se corte, una que no sea infinita y me obligue a abandonar, tira una última soga, que te juro que voy a llegar, como sea, pero voy a llegar.  Pero sin la soga que sirve de guía, no puedo.
Con o sin soga, siendo o no un quilombo hermoso, me gustás una bocha, y no puedo cambiarlo, no quiero cambiarlo, no debo cambiarlo.
Prefiero seguir acá, con la esperanza intacta, creyendo que en algún momento, de ese quilombo hermoso va a salir una última soga, que me hunda en el torbellino.




24 de octubre de 2016

LA EMBARRASTE, MACHO

"Tan ideal, ella sonríe, sabés que no es para vos..." suena en el auto esa canción y te ponés a pensar en cuántas veces la viste sonreír.
Millones.
¿Todas fueron para vos?
Aquella tardecita de mates en el parque, que miraba la nada y sonreía, ¿era porque estabas vos ahí? ¿O se estaba acordando de alguna conversación que había tenido la noche anterior?
Y la vez que estaban por Corrientes caminando de la mano, que cantaba bajito esa canción que tanto le gustaba y sonreía ¿era por vos o por él?
Ni pensar en aquel recital, que sonó ese tema que siempre la hacía llorar, pero esa vez se puso a sonreír de oreja a oreja, ¿qué había cambiado?
Todas estas dudas asaltan tu mente solo por un verso de esa canción que venías escuchando mientras manejabas.
La venís notando rara hace un tiempo ya, pero crees que la relación "maduró", o ella maduró, las cosas no son como al principio; ella está más calmada, más tranquila, características atípicas en su persona. 
Su risa exagerada ya no inunda los pasillos de la casa, se rie poco y bajito.
Pero ciertos días vuelve a ser la del principio, brilla, todo la hace reír de esa manera exagerada que tanto amás, todos los problemas desaparecen. 
No entendés porqué, no sabés porqué. Y no estás seguro de querer saberlo o entenderlo.
En el fondo de tus pensamientos, allá, donde duele, se te ocurren una y mil cosas.
De repente te quedás mudo, no podés ni pensar, te cayó la ficha (o eso crees).
¡Cómo duele, hermano!
Vive pegada al celular, pero esas tardes o noches en las que está risueña, ni lo toca, no se le acerca...
¿A qué le tiene miedo? "A que le llegue un mensaje y no poder contestar porque estás vos" te respondés.
¿Será así, como vos creés? ¿Habrá un "él" que la hace brillar como vos lo hacías antes? ¿La estás perdiendo?
Sumergido en vos, no la escuchaste llamarte diez veces por tu nombre, se enoja, y recién ahí la escuchás: "Amor, el sábado salgo con las chicas, ¡¿me escuchaste?!".
¿Saldrá con las chicas?
¿Se verá con él?
¿Y si la sigo a ver a dónde va?
Todas las preguntas se cruzan por tu mente en un segundo, y le respondés calmado, como solés hacerlo: "¿cuando terminás querés venir a dormir para acá?".
(Qué cagón fuiste, qué cagón sos... ) pensás.

Llega el sábado y la ves prepararse, se ducha despacio, canta mucho, se maquilla con cuidado y se pone ese vestido que tanto te gusta verle puesto.
Nada de eso es para vos, se está yendo con ¿las chicas?
Eso dijo.
Está radiante, espectacular, y no porque vaya a verte a vos...
Agarra su cartera, el celular, lo revisa, estalla en una carcajada (algo que leyó, seguramente) y te dice que ya se va.
La besas, con ganas, con miedo y con enojo.
La acompañas a la puerta, insistió en no dejarte acompañarla al colectivo (raro, pensás), estás por abrirle para que se vaya y no aguantás, la mirás fijo, con cara de tristeza y desolación y le decís:
"¿Te vas con las chicas en serio? ¿O me estás mintiendo y te ves con un tipo?"
LA EMBARRASTE, MACHO.
Enojada, saca el celular y abre la conversación del grupo de "Las chicas", entre emoticones de corazón y copitas está la propuesta de la salida del sábado, la confirmación de ella, de las amigas, direcciones y horarios, incluso fotos de vestimentas y consejos, todo muy de mina.
Querés morderte la lengua, hundirte en un pozo y no salir más.
Sabés que se está yendo, enojada, a ver a las amigas y después a bailar o algo así decía el mensajito que leíste.
¿Le pedís perdón? ¿Te hacés el boludo?
No terminás de elegir qué hacer y ella habla, de tu poca confianza, de tus celos, de tus arranques, y de hace cuánto crees que te viene mintiendo y por qué lo pensaste.
Respondés lento, temblando, pensás cada palabra mil millones de veces, pero se te escapa un "ya no sos la de antes".
LA EMBARRASTE DE NUEVO, MACHO.
Te suelta palabra tras palabra sobre el porqué no es la de antes, te usa de excusa, ponés caras de incredulidad, se harta y te dice: "Él me hace reír, es inofensivo, no pasó nada. Después hablamos las chicas me esperan".
Y se va.
Se te cayó el mundo, y no se va a levantar.
¿Para qué le preguntaste? 
¿Cómo seguís ahora?

No te habla en toda la noche, sabés que está enojada, aunque no entendés porqué si al fin y al cabo vos tenías razón, había un pibe.
Según ella era inofensivo, pero vos sabés que ningún hombre que hace reír a una mujer es inofensivo, eso creés, al menos.
Te repetís mil veces que para vos la amistad entre el hombre y la mujer no existe y para ella sí, que tenés que entenderla, que no mintió, es un amigo, por eso no te dijo nada.

Son las ocho de la mañana y te dice que no duerme en tu casa, se queda en lo de su amiga porque no quiere verte ahora.
Te quedás tranquilo, cuando hace esas cosas es porque pronto se le va el enojo, siempre fue así.
A las tres de la tarde le mandás un mensaje y no recibís respuesta. 
Primero te preocupás.
Al rato empezás a pensar "¿Y si no durmió en lo de la amiga y está en lo del tipo?".
Le escribís cinco veces más, la llamás, y no obtenés respuesta.
Estás enojado, convencido de que está con el tipo, te sentís un gil, le creíste que era inofensivo.
Escribís una vez más, enojado, en mayúsculas, y con insultos de por medio, la acusás de mentirosa, infiel, y otras cosas que no voy a decir.
Pasan cinco minutos y responde, con una foto, está en lo de la amiga, recién se levantan, están matadas, desayunando, se ve el diario de hoy y el reloj que tiene la amiga en la cocina marca la misma hora que el reloj de tu celular, la cara de ella es peor que la cara del mismo Diablo.

LA VOLVISTE A EMBARRAR, MACHO