Otra vez la misma plaza.
Ella había pasado una semana haciéndose esa pregunta una y otra vez:¿y ahora?
Quizás hoy obtenga respuesta.
Desde la última vez que se habían visto, su sonrisa no se había borrado, había tenido el alma en paz.
Solo la incertidumbre del futuro, cosa que ella no soporta, el azar, la preocupaba.
Ella había pasado una semana haciéndose esa pregunta una y otra vez:¿y ahora?
Quizás hoy obtenga respuesta.
Desde la última vez que se habían visto, su sonrisa no se había borrado, había tenido el alma en paz.
Solo la incertidumbre del futuro, cosa que ella no soporta, el azar, la preocupaba.
Lo vio venir a una cuadra de distancia por Santa Fe (sí, de nuevo) con su remera de Los Piojos (sí, otra vez, a propósito, a pedido de ella), con su barbita de 3-4 días sin afeitar y la misma sonrisa de siempre, su salvación.
Mientras él caminaba esa cuadra, ella tuvo deseos de irse, de huir, se encontraba a sí misma asustada, temblando.
Se puso extremadamente nerviosa, esta vez, estaba sobria y para peor, había quedado en jugársela y decirle a la cara todo lo que le pasaba.
Se puso extremadamente nerviosa, esta vez, estaba sobria y para peor, había quedado en jugársela y decirle a la cara todo lo que le pasaba.
Él llega y le da un abrazo tan enorme que la piba decide quedarse y bancarse la que venga, teniéndolo enfrente, todas sus dudas se disipan.
Empiezan a charlar, a dar vueltas sobre temas de interés general, sobre cualquier cosa que ocurriera a su alrededor.
Menos lo que ella quería decirle.
Menos lo que él quería escuchar.
Van a comprar la primer birra, ella no soportaba el estar tan sobria y faltaban 4 horas para que el recital empezara.
Esta vez, a la entrada se la había dado apenas él llegaba, si decidía quedarse con ella, era por elección propia, no como la vez anterior.
Para pasar tiempo, ella con su celular le saca una foto a él, se sacan dos juntos y ella se saca una sola.
Hablan durante casi dos horas, dos birras de por medio, y llegan dos amigas de ella.
Eran cuatro ahora, y ellos dos seguían sin hablar lo que tenían que hablar, lo que ella quería decirle.
Se van de la famosa plaza, a buscar un grupo de amigos cuadras para atrás.
Los encuentran, pero como ella quería hablarle, mientras todos estaban en ronda charlando y tomando, ellos se quedan a un costado.
Ella, armada de valor, empieza a hablar.
Le dice lo que quiere decirle, todas esas cosas que se había cansado de repetirle por whatsapp y por chat.
Él, mudo, cobarde, no emite sonido. La escucha, paciente, y se escuda bajo un "pero yo no puedo jugármela por nadie, no es un problema tuyo, es mío".
Ella, harta, cansada, empieza a llorar. No un llanto tímido. Un llanto desgarrador, un llanto liberador, llanto de estar callada año y medio y no haber tenido los huevos de decirle todo antes, llanto que más que llanto era un ruego, un enojo consigo misma.
Llanto que significaba un posible punto final. Ella ya estaba desbordada y superada por la situación.
Mientras ella llora desconsoladamente, él la abraza, la abraza fuerte y no la suelta.
Ella, sigue llorando y hablando, no puede más, está cansada de dar todo y no recibir nada.
Mientras ella llora desconsoladamente, él la abraza, la abraza fuerte y no la suelta.
Ella, sigue llorando y hablando, no puede más, está cansada de dar todo y no recibir nada.
¿Qué sentido tenía todo lo que venía haciendo ese año y medio si del otro lado no había recibido siquiera un "me gustás"?
Ni siquiera un "te quiero". No. Nada.
De repente, ella deja de llorar.
Él le dice algo...No importa qué.
Ella responde.
Quedan frente a frente.
Él la besa.
¡Año y medio y por fin se la había jugado!
¿Cómo poder explicar la manera en la que le explotó el pecho de amor a ella en ese instante?
Lo que tantas noches la había mantenido en vela, eso que tanto había soñado, se estaba haciendo realidad.
El corazón se le salía del pecho, no podía parar de sonreír.
Lo tenía ahí, con ella, lo estaba abrazando fuerte y no lo quería soltar.
Él tampoco a ella.
Estaban abrazados, sin decirse nada.
¿Para qué hablar? ¿Para qué arruinar el momento?
Ella decide romper con el silencio. Era hora de entrar al recital.
Entran y se separan.
Ella prometió que en ciertos temas volvería a buscarlo.
Toca la primer banda. Se mantienen lejos. En el interludio ella va a buscarlo.
Ya lo extrañaba. Lo abraza y se le pega cual garrapata.
Arranca la segunda banda, lo deja y se va con sus amigas, esperando que suene alguno de esos temas para ir a buscarlo.
Termina el recital. No suena ninguno de los temas que ella había dicho, pero se van, juntos, a tomar el colectivo.
Toman el mismo colectivo, como habían quedado antes.
En el medio del viaje ella lo mira fijo y después de pensar mucho le dice "por qué carajo sos tan lindo? la puta que te parió".
Él empieza a reírse, ella al verlo reír, ríe.
No había nada en el mundo que le gustara más que eso, él riéndose y mirándola, él ahí con ella.
Después de todo, él era el culpable de que ella sonriera todos los días, de que estuviera bien anímicamente, de que saltara por la vida al compás de una canción que solo ella escuchaba y solo él le podía cantar.
Él se bajaba primero.
La besa una última vez y se baja.
Ella, para variar, empieza a hacerse la cabeza, su inseguridad no la deja pensar, y las mismas preguntas de siempre la acechan.
Llegaba a borrarse y esta vez sí, le dejaría el alma rota en millones de pedazos.
Se queda en el colectivo pensando y pensando mientras el celular la interrumpe.
Tenía un mensaje de él.
Irse no se había ido.
Llega a la casa, se acuesta y mientras habla con él.
Estaba agotada físicamente pero no podía dormirse. Había sido el día más hermoso de su vida. Había logrado lo que quería y era más hermosa la satisfacción que lo que ella suponía.
Se queda dormida.
A la mañana siguiente se levanta angustiada, pensando si todo lo que había pasado no había sido más que un sueño y si en realidad él no se había borrado hacía ya mucho tiempo. Va al baño, se lava los dientes, vuelve a la habitación, se viste y agarra el celular. Al agarrar el celular tiembla, mira fijamente la pantalla, la prende, y ahí estaba, un whatsapp de él que ella no había leído por quedarse dormida.
Lo lee y sonríe.
No había sido un sueño, no había imaginado nada, todo había pasado y ahí estaba ella, con el pecho explotándole de felicidad y una sonrisa inmensa en la cara.
No le quedó más que responderle, ir a su galería de fotos y mirar las que había sacado la noche anterior.
No había sido un sueño, no había imaginado nada, todo había pasado y ahí estaba ella, con el pecho explotándole de felicidad y una sonrisa inmensa en la cara.
No le quedó más que responderle, ir a su galería de fotos y mirar las que había sacado la noche anterior.
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